El café Geisha, como los buenos libros, no gana tu corazón a la primera. Necesita tiempo para entrar en tu piel, instalarse allí e ir reformateando tus ganglios, paladar, olfato. Habíamos pasado mucho tiempo con el Sidamo etíope y ahora decidimos cambiar. Al principio fue un pequeño shock, por el cambio de notas y acidez. Ahora se nos hizo imprescindible.